-Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, Afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Y están las que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco de la ventana y ahí mismo se tiran, casi puedo ver la vibración del salto, sus patitas desprendiéndose en ese grito que las emborracha en ese nada del caer y aniquilarse. -...Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra porque no quiere caerse, ya es una gotaza que cuelga majestuosa... -y de pronto...-zup, plaf, -Ahí va...deshecha, nada, una viscosidad sobre el mármol. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gota. Adiós.
Aplastamiento de las gotas, Julio Cortázar