lunes, 18 de mayo de 2009

Desde que estoy muerta escribo poco y mal. De eso ya ha tenido que darse cuenta todo el mundo. Desde que estoy muerta todo me resulta extraño, nada me extraña, me duelen las sienes, tengo frí­o y al hablar las palabras me salen de afuera hacia dentro, así que no consigo que me escuchen. Desde mi muerte duermo mal, me asusto con el ruido de mis huesos rechinantes y el dolor que produce tener el corazón congelado. Desde que estoy muerta me crece el pelo más deprisa, y ya casi lo arrastro como las novias el velo. Desde que estoy muerta nadie se acuerda de mi. Es más fácil olvidar que acordarse y dar señales de ello. Quizás la gente que olvide sea mas hermosa, apenas sin huellas, sin rastros ni cicatrices. Yo nunca supe olvidar, ahora ya da lo mismo porque soy un cadáver, pero debo ser un cadáver muy feo, todo lleno de remiendos y agujeros. Desde que estoy muerta da la sensación de que no estuviera. Los días pasan fácil sin mi, sin ti, sin nada que altere el simple deslizarse de las horas por las agujas de mi reloj parado.

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